La artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria sistémica crónica; es decir, que afecta al cuerpo en su totalidad y no se circunscribe a una sola parte u órgano. Es de causa desconocida y afecta sobre todo a las membranas sinoviales de múltiples articulaciones del cuerpo, lo cual provoca una dificultad de movimiento y causa deformidad en las mismas. Se clasifica a la artritis reumatoide (AR) como una enfermedad autoinmunitaria. Este tipo de padecimientos comparten ciertas características clínicas y debido a esto a menudo resulta difícil diferenciarlos.
Los trastornos autoinmunitarios constituyen un grupo de enfermedades adquiridas en las cuales parecen participar factores genéticos. Tienen en común la presencia de alteraciones inmunitarias e inflamatorias del tejido conjuntivo (el que se encuentra en las articulaciones).
La artritis reumatoide presenta una amplia variación clínica con una variabilidad considerable en las manifestaciones articulares y extraarticulares. La prevalencia en la población general es de 1 a 2 %, las mujeres sobrepasan a los varones en proporción de 3 : 1. La edad acostumbrada de inicio se ubica entre los 20 y 40 años de edad, aunque la artritis reumatoide puede iniciar a cualquier edad. La susceptibilidad de esta enfermedad está determinada genéticamente.
Tiene un inicio por lo general insidioso y en las articulaciones pequeñas, la progresión es centrípeta y simétrica; las deformidades son comunes. Se presentan síntomas que anuncian el inicio de la enfermedad tales como: malestar general, fiebre, pérdida de peso y rigidez matutina que suele tener una duración de 30 minutos.
Si bien en la artritis reumatoide puede afectarse cualquier articulación, las que resultan afectadas con mayor frecuencia corresponden a las de los dedos de las manos y las que unen a los dedos con las manos, así como muñecas, rodillas, tobillos y articulaciones de los ortejos (es decir, los dedos de los pies).
Los cambios patológicos en la articulación incluyen:
Las causas de la artritis reumatoide son desconocidas. Sin embargo, comparte junto a otros trastornos reumáticos el factor genético el cuál desencadena una serie de reacciones autoinmunitarias lo cual quiere decir que el cuerpo ataca sus propias estructuras como si fueran ajenas. En algunos casos, es posible que el sistema no responda de manera adecuada a la infección y, en cambio, ataque a los tejidos propios del cuerpo.
Las pruebas de laboratorio pueden mostrar anemia hemolítica, trombocitopenia, leucopenia, factores reumatoides, pruebas séricas falsas para sífilis, aumento de enzimas musculares, etc.
Datos radiográficos consistentes en osteoporosis alrededor de las superficies articulares, erosiones articulares y estrechamiento de los espacios articulares.
Manifestaciones extraarticulares consistentes en nódulos subcutáneos, derrames pleurales, pericarditis, esplenomegalia con leucopenia y vasculitis.
Debe diferenciarse a la artritis reumatoide de otras enfermedades que afectan el tejido conjuntivo. Entre estas se incluyen:
Aunque alguna vez se consideró a la artritis reumatoide un trastorno relativamente benigno, que bien se podía mantener bajo vigilancia mediante un tratamiento con incrementos lentamente graduales, ahora se sabe que es una enfermedad con enormes tendencias a acortar la vida y causar discapacidad grave, por lo que el tratamiento temprano y agresivo -a menudo se utilizan combinaciones de diversos fármacos- actualmente constituye la terapia de elección.
A grandes rasgos, el tratamiento consiste en un programa básico o tratamiento no farmacológico, y el tratamiento farmacológico basado principalmente en la administración de antiinflamatorios no esteroideos, entre otros.
Los objetivos primarios del tratamiento de la artritis reumatoide consisten en disminuir la inflamación y el dolor, conservar la funcionabilidad y evitar la deformidad.
Las medidas no farmacológicas son las siguientes:
Los pacientes en quienes se sospecha artritis reumatoide pueden seguir dos evoluciones divergentes. Del total de los pacientes que se presentan con poliartritis similar a atritis reumatoide (pero que quizá no sea), un 50-75%presenta alivio en un lapso de dos años. Estos pacientes tienen buen estado funcional incluso durante la enfermedad activa. Pare estos pacientes la terapéutica conservadora resulta adecuada.
Para los pacientes cuyos síntomas articulares persisten más de dos años, el desenlace no resulta tan favorable. Los pacientes de este grupo fallecen, en promedio, 10-15 años antes que la población sin artritis reumatoide. Por tanto, estos pacientes requieren de una terapéutica agresiva desde fases tempranas, toda vez que puede haber amplio daño óseo durante los primeros dos años.
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